lunes, 29 de agosto de 2011

SE LA LLEVÓ EL TIBURÓN, EL TIBURÓN...

Ayer me pasé de rosca. Me abducieron las calles peatonales de la zona monumental de Pontevedra y me dejé ir volando desde la nave del Barbol. Para los que no conozcais al Barbol os diré que con una caña tienes tu pincho de tortilla (fría pero bastante rica) más un extra de pincho que varía según el dia de la semana. Ayer era ensaladilla, alitas de pollo(nunca escojais este; lo mencionan en plural pero no es más que una) y macarrones. Macarrones es la mejor opción del viernes sin duda.
El caso es que los viernes hay que ser muy fuerte para no dejarse seducir por el terraceo, las cañas, los pinchos y las tapas en la ciudad del funcionariado por excelencia. Si es el último viernes de mes, con más razón, porque han cobrado y hay ambientazo en la calle. Tanto que, como cada año se adelantan más en el ayuntamiento a ponerle la entrada de Trabancas (que suena como a trabuco) a la plaza de la herreria en conmemoración de la feira franca, te puedes ver enredado en retención peatonil por la michelena si circulas a partir de las 19.00 de la tarde. Pero eso a Pontevedra le encanta, ellas empiezan a bajar los chalecos de pelo a la calle, los pañuelos de El Caballo y las bailarinas de Hispanitas, así, cómo para dárselas de casual. Ellos los dockers color crema, crudo, beige, tostado o, ya si son atrevidos, azul marino. Polo de cocodrilo y náutico de camper. Y ese jersey sobre los hombros por eso de si se lía el cenorrio en el cinco puertas y acaban dándolo todo en el fetiche; ya se sabe que en Pontevedra por la noche refresca.
Arreglárselas para desprenderse de los amigos un viernes por la tarde de cañas es como un parto sin epidural y, al final, suele ocurrir que te ves en la Pega Moura sujetando un Gin Tonic en copa de balón y enredándote en conversaciones transcendentales en el cuarto de baño.
Esto es muy curioso, como nos desatamos siempre al lado de un buen inodoro.Parece que más que un momento íntimo, invoque a auténticas formulaciones de Tratados Mundiales de la paz. Nos amamos mucho en el báter. Dónde antes solo ívamos para hacer evacuaciones o echar un polvo rápido de calentón momentáneo, ahora nos deshacemos en rosarios de minutos abrazándonos y queriéndonos como hermanos de sangre, nunca vemos el momento de abrir ese pestillo y lanzarnos de nuevo a la borágine de los efluvios de perfúmenes de palo comprados en internet mezclados con sudores de los que gozan de la testosterona en estado puro.
Suele suceder que nos movemos en manadas a partir del primer bar. Recogemos aliados, nos hacemos fuertes y arrastramos a los que sabemos que cundirán la noche hasta el karaoke. No somos tontos, sabemos con quien nos juntamos para hacer el mal y solemos hacernos con alineaciones de primera, gente con piso propio donde planificar estrategias para bajar de a dos al 24horas en discretas incursiones en busca de hielos, whisky, cerveza, coca-cola y chuches, chicles o patatas al jamón para disimular.
Tendemos a dedicar tiempo a nuestro estilismo para la noche; que si camisa recién planchá, camiseta ridículo-divertida con lema del rei zentolo, los más atrevidos incluso no deshechan la manga sisa o el estampado hawaiano, algún moderno se decanta por el look vintage con pitillo y victorias y gafas de pasta. Ellas se lanzan pierna al aire con microfaldas tuneadas en la modista, muy apretás y muy cortas, porque se han pasado todo el verano en areas comiendo rayos uva como para no lucir sus morenos de día completo en la playa con paella en A Postiña, escotes surrealistas, brillos por doquier y algún recogido de peluquería. También algún pantalón de marcar braga, camisas floreadas para shorts tejanos de tiro alto tipo cachuli y pelos crepados, como de haber pasado mala noche el día anterior.
Todo muy estudiado, un tiempo dedicado a conciencia que se va perdiendo a medida que avanzamos de local como de casilla del juego de la oca (y tiro porque me toca). Todo para terminar en el búho con desprendimientos de rimel por las ojeras, uñas negras repiqueteando en la barra a la espera de un tequila, camisas desgarradas por hacer el gitano con el portero, cachas al aire buscando el bolso por el suelo de los locales, o una lentilla o sabe dios qué. Peinados desmembrados y looks que se van perdiendo al roce impune de la noche. Pero nos gustamos. Nos gustamos tanto que acabamos follando todos con todos, recomendándonos entre nosotros posibles presas nocturnas, comiéndonos la boca con el ex de nuestra amiga, follándonos a la novia de fulanito de tal (qué morbazo! llevan cuatro años y nunca le había puesto los cuernos).
Así es que, como diría Dinio, la noche nos confunde, nos arrastra hacia vestíbulos desconocidos, nos hace perder conciencia de nuestras obligaciones y hasta PLATINO Y TÚ puede fallar sus constantes el día menos pensado.

1 comentario:

  1. ERES SUPREMAAAAAAAA!!!! (pero no deberías haber borrado!) que yo ya me había descojonado!!!
    besos Platina mía!

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